16 ago 2012

El Bosque de los Sueños Rotos

La vida es un camino. Un camino que se ramifica a cada instante. Cada vez que decidimos seguir un camino u otro. Si siguiéramos el de la derecha, nos podríamos encontrar con alguien que nos diera una noticia o cambiara nuestra vida para siempre. Si siguiéramos por la izquierda, no sabríamos nada ni conoceríamos a nadie. O quizá sería al revés.
El camino es caprichoso. Y en muy pocas ocasiones somos conscientes de la importancia del camino que tomamos. Porque todo tiene consecuencias. Siempre.
La vida se ramifica a cada instante. Por eso, se podría parecer más a un árbol que a un camino.
No, no a un sólo árbol. A un bosque entero.
Un bosque en el que las ramas de distintos árboles se entrelazan; donde los troncos más gruesos se ocultan y los más finos y esbeltos se muestran en su frágil esplendor; donde unos les hacen sombra a otros, limitando su existencia.
Un lugar donde todos conviven.
Todos conviven e, independientemente de su especie, todos sueñan.
Cada ser tiene sueños que cumplir, sueños cumplidos y sueños rotos.
Curiosamente, estos últimos son los más frecuentes, y también los que más fascinan a la vida.
La vida los observa y los obsequia con su atención, admirando su fuerza interior. Porque los que tienen sueños rotos, los que son conscientes de que tienen sueños rotos, son seres únicos.
Porque se enfrentan a la vida y siguen adelante, pase lo que pase. Porque, quizá sean más propensos al llanto que a la risa, pero cuando ríen sus carcajadas son capaces de despertar al más nocturno de los búhos, y cuando lloran sus lágrimas son capaces de inundar a un mundo entero.
Porque logran convertir los sueños rotos en sueños que cumplir.

Por eso este lugar se llama así.

Porque todos vivimos, lloramos y reímos, en el Bosque de los Sueños Rotos.

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